Por Mercedes López San Miguel
Desde Montevideo
José “Pepe” Mujica recibió de su abuelo el siguiente consejo: “Siempre comprá tierra cruda”, es decir, la tierra pelada, sin casas ni construcciones de otro tipo. Con la idea arraigada de que quien compra tierra nunca pierde, Mujica se compró unas veinte hectáreas en el kilómetro 12 del montevideano Paso de la Arena, donde cultiva acelga y remolacha desde hace veinte años.
Al llegar a la zona rural bajo un sol abrasador, se cae en la cuenta de una cierta omnipresencia de Mujica. Lo primero que aparece es un quincho de camino hacia la chacra. La casera, Zulma Díaz, sale acompañada de sus perros. Acá el ex tupamaro se reunió con los presidentes Néstor Kirchner, Evo Morales y Hugo Chávez.
–Con Hugo Chávez almorzó varias veces. Pepe es un tipo sencillo, viene con Lucía (Topolanski, su esposa) a comer todos los domingos. Si alguien le habla, se queda hablando, porque a nadie deja de a pie.
Más adelante, el vecino Alvaro Silveira, que vive en una casa pequeña en medio del pajonal, se acerca con amabilidad.
–¿Lo conoce a Mujica?
–Claro, nos conocemos desde la militancia en los años ’60 en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, y después en el ’89 como miembros del Movimiento de Participación Popular. Recuerdo que en el primer acto que el viejo realizó en Merlo éramos 15. En el ’58 había ganado el Partido Nacional, que Mujica apoyó. Pero una vez que estuvieron en el poder, los blancos fueron cada vez más de derecha, reprimiendo en la calle. En el ’59, con el triunfo de la Revolución Cubana, se empezó a cuestionar que Uruguay fuera la Suiza de América. La guerrilla MLN partía de la premisa de que se iba hacia el golpe de Estado.
Según su vecino y compañero de militancia que hoy trabaja en la construcción en Santa Catalina, Mujica es un hombre de carácter.
–A veces el viejo se va de boca. No tiene vueltas, es calentón.
–¿Lo ves seguido?
–Cuando pasa por acá. El primer día que me vio cuando me mudé acá yo estaba desarmando unas maderas y él pasaba con Lucía. Yo le dije: ‘¿Se acuerda de mí?’, y él respondió: ‘Usted hacía ladrillo en el pueblo Ramón Trigo’. A veces lo veo plantando gladiolos o en el tractor. Cuando pasa con el escarabajo viejo que tiene de auto me pregunta si necesito que me lleve. Es solidario. A veces le pido herramientas. Yo lo quiero como se puede querer a un familiar.
Mujica fue detenido en 1970 pero logró escapar en dos ocasiones, una de ellas fue una fuga de la cárcel de Punta Carretas a través de un túnel construido desde el penal hacia una vivienda cercana. Junto a otros ocho detenidos se convirtieron en los “rehenes de la dictadura”. Los militares no los mataron, pero los condenaron al silencio, los golpes, la falta de alimento y sueño, como recuerda en el libro Memorias del calabozo uno de los fundadores de Tupamaros, Eleuterio Fernández Huidobro.
“A lo largo de 13 años pudieron mirarse al espejo. Flacos como faquires, triturados por la tortura incesante, los ‘rehenes’ de la dictadura militar uruguaya anduvieron de cuartel en cuartel, condenados a la soledad de calabozos poco más grandes que un ataúd”, escribió Eduardo Galeano en el prólogo del texto. Ocho sobrevivieron y fueron liberados con la amnistía en 1985.
Al salir de la cárcel, lo primero que hizo Mujica fue comprar la chacra. El, que fue criado en las tareas propias del campo y vendió flores en la feria del Cerro. “Cuando quedé en libertad yo estaba seguro de que iba a volver a trabajar la tierra”, dijo, según el biógrafo Miguel Angel Campodónico.
El dueño de la carnicería de Paso de la Arena, Roberto Piaggio, evoca otros tiempos de Pepe y su familia. “Mi mamá fue a la escuela Nº 150 con él. Me contó que la madre de Mujica tenía una librería. Según el propio Mujica, su mamá tenía un carácter fuerte: No era fácil encontrar en el ambiente femenino a alguien con semejante fortaleza’.”
Más acá en el tiempo, Piaggio se acuerda de que Mujica, ya ministro de Ganadería del gobierno de Tabaré Vázquez, pasó por su carnicería y lo vio haciendo chorizos caseros –se tiene que tener un permiso especial para producirlos, que él no tenía–. “Mujica me dijo: ‘Te agarré con la mano en la masa’”.
Ese lenguaje llano y popular, de un estilo que mezcla el agricultor y el intelectual –siempre exhibió un gran interés por la lectura de textos, sobre todo de historia y literatura– es Mujica. El mismo al que sus asesores de campaña le restringen que hable con los medios.
Piaggio comenta que Lucía y Pepe no pudieron tener hijos. El cree que por ese motivo quieren que la chacra la hereden los hijos y nietos de Uruguay.