En el periódico El Quiteño, informativo del Quito DM los escritores ponen énfasis en las labores sociales que ha emprendido el Municipio quiteño: entre las que constan los polideportivos, canchas múltiples, el avance del programa Quito Activo destinado a personas de la tercera edad, la proliferación de centros culturales en las plazas públicas y la importancia de la Velada Libertaria para la ciudad.
En la zona del centro la obra magistral de la municipalidad quiteña es el soterramiento de cables en La Mariscal, este proyecto se propone como un proceso de recuperación urbanística del ornamento de la ciudad, lo cuestionable es que obras como estas agudizan las contradicciones de la ciudad haciendo un centro turístico con alta plusvalía a desmedro del “otro centro” que compone barrios como el Tejar, San Roque, La Marín, La Loma, la Libertad e infinidad de barrios perdidos y olvidados.
Mientras en el “centro bonito” se hace necesaria la recuperación del ornamento y de destinan unos cuantos miles de dólares para mejorar la seguridad y volver al entorno mucho más amigable en el “otro centro” los problemas de transporte se agudizan. En barrios como la Libertad el transporte es escaso, hay un solo bus que va abarrotado, su trayecto incluye un tramo en el que la vía esta totalmente dañada, esta realidad se reproduce en otros barrios quiteños.
Parte del plan de soterramiento es convertir a Quito en un “Quito de paso”, una ciudad de largos y solitarios boulevares, en la que hay una no apropiación de los espacios públicos por parte de las personas comunes, los “ciudadanos”. En un intento mediocre de “regeneración urbana” se concreto el Gran Boulevar de la 24 de mayo, boulevard que la mayor parte del tiempo pasa solitario, las unicas que transitan por él son las históricas trabajadoras sexuales, la obra municipal lo que hizo fue permitirles a las trabajadoras sexuales vender su cuerpo en unas bancas nuevas.
Los grandes boulevares han dejado de lado a las plazas quiteñas, ahora Quito se ha convertido en una “ciudad de paso”, las concentraciones masivas cada vez son menores, las plazas se han convertido en mini centros culturales de exposición permanente de una cotidianidad ajena.
En la coyuntura política, en un intento de ahogado el alcalde y el municipio en general quieren con obras superficiales y altamente discriminatorias mostrar a los quiteños obras que han sido incapaces de realizar en años anteriores, la política del municipio es pensada para estimular el crecimiento económico de diferentes sectores pudientes de la ciudad en zonas igualmente valoradas.
Y aunque la zona de La Mariscal entre en un proceso de recuperación cabe la pregunta ¿recuperarla de quién? Se hace necesaria una lucha clasista hacia dentro de la ciudad, y una disputa a las políticas municipales, esta lucha debería ser pensada no para la renovación ornamental que termina siendo superflua sino para el mejoramiento de las condiciones de vida de ese “otro Quito” que es el Quito de todos.