jueves, 6 de agosto de 2009

Fragmento de la Obra del c. Ricardo Paredes Romero: Oro y sangre en Portovelo- El Imperialismo en el Ecuador



Aquí, en Portovelo, siguiendo el denodado esfuerzo diario de los mineros ecuatorianos que arrancan a las entrañas de la tierra el oro, plata, plomo, zinc y cobre, que enriquecerá a una empresa extranjera y les dará un miserable sustento, podemos comprenderos mineros de Asturias en vuestra esforzada búsqueda del mineral que sacáis de vuestro subsuelo para provecho de capitalistas nacionales y extranjeros. Nuestro dolor de ecuatorianos al contemplar las horribles condiciones de existencia de nuestros mineros de Portovelo, se hace extensivo a vosotros hermanos mayores. La lucha de nuestros mineros, aureolada con su sangre, tiene el destello de la vuestra, pioneros de la grandiosa Revolución de España Leal, de la España Roja.

Nosotros, ecuatorianos hijos de España, a través de la grandiosa epopeya de liberación de vuestro pueblo del yugo de la invasión extranjera de moros, alemanes e italianos, traídos por los descendientes del traidor conde don Julián y de los cortesanos de Fernando VII, que entregaran España a Napoleón; vemos vuestra propia lucha de emancipación de la coyunda extranjera. Y sentimos que por nuestras venas corre esa sangre heroica y fecunda de la España gloriosa de todos los tiempos ; la España que hizo de la Península Ibérica un jardín de trabajo; de la España de Cervantes y de Lope, de Velasquez y de Las Casas, el abnegado apóstol de los indios americanos; y de la legión de guerreros, sabios, artistas, gobernantes y trabajadores que edificaron nuestra América española.

En nuestras venas hay sangre rebelde de Sagunto, de las huestes libertarias del Cid y de los comuneros; de quienes aplastaron en Bailén la invasión extranjera. Sangre nuestra es la que corre en este instante en Madrid y en Aragón, sangre de nuestros milicianos de España y América, vertida por hordas de tropas extranjeras fascistas y de moros mercenarios y de las huestes negras del traidor Franco, el más detestable de vuestros malos hijos.

Herencia preciosa de vuestra sangre, es este indomable orgullo de libertad que nosotros americanos sentimos fundida con esa sangre nuestra, de nuestra tierra de los Cacha y Rumiñahui; sangre mestiza que glorifica Bolívar en cien combates por la libertad americana, aplastando la soberbia dominación de vuestros reyes, para hacer comprender al mundo que éramos mayores de edad y que no necesitábamos tutelas oprobiosas de la España anacrónica, feudal y monárquica de entonces. En Pichincha, Sucre, el más grande de los tenientes, del más grande de los libertadores, Bolívar, enseñó a las hueste monárquicas de Aymerich, que la sangre española, ardiente de libertad, no había perdido nada al mezclarse a la sangre de los indígenas del poderoso imperio del Tahuantinsuyo.

Pero si estamos henchidos de satisfacción por vuestra grande herencia de cultura y de amor a la libertad; nosotros, ecuatorianos que combatimos en las trincheras por la emancipación de nuestro pueblo, repudiamos por herencia mohosa e infecunda del gamonalismo feudal, haragán y parlero, inquisitorial y soberbio, enemigo del progreso y de la libertad para el pueblo. Nuestra no es la sangre de los encomenderos indolentes y fastuosos, que diezmaron nuestras razas aborígenes, aniquilando su civilización. Nuestra no es la herencia de los oidores y frailes disolutos –Cuyo libertinaje denunciara el gran prelado González Suárez-, militares ignaros y ministriles corrompidos. Nuestra no es la herencia de quienes quisieron mantenernos en un perpetuo sueño medieval, Nuestra no es la sangre traidora de los Franco y de los March, que te desangran con la cimitarra sarracena, el puñal florentino y la granada germana, a ti España, madre nuestra.

Vosotros, milicianos de Asturias, ennegrecidos en las minas, habéis retrocedido a vuestras negras galerías, asediados, más no vencidos; porque el amor a la justicia y la libertad no muere nunca en el pueblo español.

Al dedicaros estas páginas de la vida y la lucha de los obreros de Portovelo, encontraréis mucho de vuestra vida y de vuestras pugnas contra el enemigo común. Hoy producís vosotros carbón y hierro para alimentar los barcos y las armas de los mercenarios fascistas, que desangran al pueblo español. Hoy nuestros mineros ecuatorianos extraen el oro que no pueden emplearlo para curar sus pulmones roídos por la tuberculosis; y el cinc el cobre el plomo que alimentan las fábricas de armamento de yanquilandia, que surten de material bélico al imperialismo japonés, que hace presa en el heroico pueblo chino,

Como Asturias Protovelo tiene también su octubre; como vosotros nuestros mineros, son los pioneros de nuestra libertad.

El mejor laurel sobre vuestras frentes de combatientes es esta sangre de vuestros hermanos de Portovelo que siguen ansiosos vuestras luchas.

¡Mineros de Asturias!; España tus hijos de América te saludan y te auguran el triunfo: ¡Venceréis!