miércoles, 30 de junio de 2010

EL PARTIDO COMUNISTA Y LOS INTELECTUALES - JOAQUÍN GALLEGOS LARA





c. Joaquín Gallegos Lara





1. Camarada: recibo vuestra hermosa revista nueva, BLOQUE y aunque no estoy de acuerdo con el total del espíritu que la informa, son tantas nuestras coincidencias que, ante todo, mi carta quiere ser la expresión de mi reiterada camaradería para con ustedes sus fundadores, y mi felicitación.

BLOQUE es un órgano cultural que acierta al hallar su tendencia general hacia la salida que el pueblo trabajador da a la cultura, sacándola del pantano en que la ha colocado la descomposición de la mentalidad social de las clases reaccionarias. Hay que afirmar que únicamente un criterio revolucionario frente a los problemas modernos del hombre puede calificarse de en verdad cultural, en nuestro tiempo. Las elucubraciones reaccionarias sobre los viejos tópicos de la cultura, por muy novedosos de forma que sean, tienen tal carácter regresivo que se vuelven un veneno para ella.

Lo más alto del pensamiento burgués, la filosofía burguesa, está pudriéndose. No es un secreto para nadie. Se llama ahora ella Bergson, Scheler, Spengler, Ortega y Gasset. Empieza por hilar delgadísimo con las ideas. Termina practicándosele a bala contra los obreros y todo el pueblo, incendiando los edificios y los libros, ahorcando la razón con la soga de Dios.

Hemos insistido mucho los que tratamos de mirar la vida con el criterio marxista, en que la desagregación y decadencia del pensamiento burgués frenó a la ciencia, puerilidad de la filosofía, rebajamiento del arte es un hecho producto del final del sistema social capitalista. Por consiguiente, insistimos también en que el proletariado, la clase que históricamente está investigando debe derribar y heredar a la burguesía y construir una sociedad socialista, es la única clase que puede dar un nuevo contenido e imprimir un nuevo sello a la cultura.

Y he ahí, Jorge Hugo Rengel, la clave de mis coincidencias y divergencias con la redacción de BLOQUE.

Estoy de acuerdo en que sólo las masas pueden salvar la cultura y en que es preciso ir con ellas por mi parte voy con ellas no sólo por esto sino, en primer lugar, como trabajador y como hombre. El motivo de mi divergencia es el cómo se va con ellas.

Del texto general de la revista, en cuanto ésta es hecha por sus redactores, se desprende que lo que se propugna es que los intelectuales se conviertan en guías de los demás trabajadores, dando ellos por ende y no las masas el sentido fundamental del desenvolvimiento cultural. Esto, que es notable por un rasgo o por otro en casi todos los redactores que escriben este número de BLOQUE, en nadie es más notable que en usted, Jorge Hugo Rengel. Es más, su estudio "La Nueva Ecuatorianidad", en cierto modo es la exposición sistemática de tal idea. Y con ella no puedo estar de acuerdo.

2. ¿Qué son -quiero preguntarle— los intelectuales en el régimen capitalista? ¿Qué son, más concretamente, los intelectuales en el régimen semifeudal y semicolonial del Ecuador? Esto es lo primero a investigar si se quiere razonar el por qué de la primacía cultural y en consecuencia, al fin y al cabo, política que se les atribuye.

Si la cultura fuera la manifestación de individualidades aéreas, por encima de la materialidad de la sociedad humana, estaría de acuerdo en que nadie como quien trabaja cotidianamente con los problemas específicos de la inteligencia debería dar el tono a la cultura.

El hecho, querámoslo o no, es que las cosas no ocurren así. Las ideas son el producto de cerebros que funcionan en el conjunto filosófico de un ser social que puede subsistir sólo a través de relaciones de todo orden con sus semejantes. Estas relaciones, cualquiera que responda con un ligero conocimiento de los hechos, encontrará que son las de supeditación económica de los intelectuales a las clases poseyentes, mezquino trato y limitadas condiciones de vida. Ante la contradicción que existe entre la importancia de sus servicios y el trato que reciben, alguien ha llamado a esta situación "grandeza y servidumbre de la inteligencia".

Si esto ocurre en países donde el nivel general económico es elevado, pudiendo allí la burguesía tirar un mendrugo menos pequeño a cada desposeído, entre ellos al intelectual ¿que no será en un país de técnica atrasadísima, de riqueza social ínfima y saqueado por el capital extranjero?

En nuestro país no hay especulación científica pura, No se lee libros nacionales. Los artículos periodísticos no se pagan. Los profesionales reciben honorarios ridículos, fuera de tres burgueses de cartel. Los estudiantes lánguidos de inanición, carecen de libros. El que quiere ser artista muere de hambre o va a ser alcahuete de algún gamonal para subsistir. Como resultado de las condiciones económicas de su vida, los intelectuales del Ecuador, salvo una minoría de honestos y pobres, tienen un temperamento de prostitutas.

A la burguesía bestial y bestializada ¿Se le podrá oponer un puñado de hombres sin ningún lazo que los ligue, prostituidos o reducidos a la impotencia por esa misma burguesía?. Cual está en condiciones de dominar la cultura ¿la clase coherente, por animal o descompuesta que esté, o los tristes desechos de una inteligencia nonata?.

3. Antes ¿Qué es la cultura?. Perdimos ya la idea en que creíamos, como creen los niños burgueses en que es el niño dios quien les da juguetes, de que la cultura es un soplo como el que fue robado a los dioses por Prometeo. Si tal soplo existiera, no dudo que cualquiera de nuestros duchos intelectuales pudiera robarlo.

Pero la cultura es algo material, concreto y vasto. Es el conjunto de conocimientos cultivados en acción a través de la técnica social. Sin las imprentas, sin los laboratorios científicos, sin los libros, sin los planes, sin las Universidades, no hay cultura. Mientras la clase burguesa monopolice estos medios técnicos y todos los demás que posee exclusivamente, ella será la dueña de la cultura, le dará su contenido por bajo y torpe que éste sea. ¿Y son acaso los intelectuales capaces de arrancárselos?

Tal era el sueño de los narodnikis, allá por los años en que Lenin salía por primera vez de su Kasán natal hacia. Saín Petersburgo. Lenin, unido enseguida al joven proletario ruso, sirviendo y dirigiendo a esta clase social, acabó con tales sueños. A una clase no se le puede oponer sino otra clase. La liberación de todo pueblo oprimido la dirigirá la clase más oprimida y más apta para la lucha.

Los intelectuales no son una clase. Hay intelectuales de todas las clases, proletarios, feudales, pequeño burgueses, etc. No hay que engañarse viendo una identidad fundamental en el hecho de que tengan tareas parecidas.

En el régimen capitalista los intelectuales, por lo general son pequeño burgueses al servicio del capitalismo. Por el pequeño capital que han costado los conocimientos que emplean para su trabajo se puede ver que son pequeños poseedores, de la misma calidad que los artesanos o los campesinos medios. Y resultan una parte mínima en el inmenso ejército del trabajo, siendo su papel en la producción enteramente secundario.

Nosotros, marxistas, negamos a los intelectuales la posibilidad de dirigir la conquista revolucionaria del pan y la cultura. El dominio económico-social de la burguesía puede solamente ser roto por una clase social que ejerza un papel decisivo en la vida económica contemporánea. Esta clase es únicamente la clase proletaria.

4. Reconocer tal cosa —lo cual hacen en BLOQUE y hace Ud., Jorge Hugo Rengel— significa, si uno es consecuente con las ideas, reconocer explícitamente que no es una situación cualquiera la que corresponde al proletariado en la lucha contra la burguesía, sino la situación hegemónica, de dirección, de vanguardia.

Seamos claros aquí para no caer en los conocidos errores, interesados o no, de apristas o socialistas. La dirección que proletariado dará y está dando ya a la revolución en el Ecuador es una dirección justa. El proletario es una minoría entre los trabajadores del país, pero es una minoría fundamental. Además hablar de la hegemonía proletaria 210 significa la ruptura con los demás trabajadores, sino antes bien la alianza, pero no una alianza como la que los apris¬tas ensayan, llamada "de trabajadores manuales e intelectuales", y en la que son desvirtuados los propósitos mismos de la revolución, en medio de un nebuloso reformismo clase media, sino una alianza realmente revolucionaria, de cuya eficacia es única garantía la dirección proletaria.

Cuando se pone, en las ansiadas alianzas del pueblo, en primer plano a la pequeña—burguesía, intelectual o no, se concluye siempre — ¡lo hemos experimentado tantas veces!— por adulterar la finalidad revolucionaria. Sólo un Partido, aquí como en los demás países de América y del mundo, ha sostenido con rectitud e intransigencia la ideología proletaria: el Partido Comunista.

5. El Partido Comunista del Ecuador, Sección de la Internacional Comunista, es un partido internacional por la clase y nacional por los problemas específicos de la revolución antiimperialista que enfrenta aquí la clase. Contra las afirmaciones demagógicas de los demás partidos que pretenden dirigir a las clases laboriosas, que hablan a cada paso de la "revolución socialista", mientras colaboran en los ministerios feudales—burgueses, el Partido Comunista no tiene en sus banderas la consigna inmediata de una revolución socialista., que en las actuales condiciones del país no cree posible, sino la de una revolución agraria anti-imperialista, primer paso hacia la revolución proletaria socialista. Pero el Partido Comunista mantiene incólume eso si la consigna de un gobierno obrero y campesino, es decir un gobierno popular. Estos propósitos fundamentales muestran claramente el realismo científico y práctico a la vez que intransigente de su posición. Estos propósitos lo caracterizan, y lo distinguen de los demás partidos sedicentes revolucionarios.

El Partido Comunista tiene abiertas sus puertas a los intelectuales que creen sincera y consecuentemente en la lucha proletaria y que, habiendo adoptado su ideología marxista—leninista, única tolerada en un partido monolítico como es el nuestro, quieran pasarse de clase, camino de la revolución por el pan y la cultura. También, devuelve simpatía por simpatía a los intelectuales honrados que no participan directamente del saqueo de las masas, sean estos izquierdistas, socialistas, etc.,

No es real ni con mucho el anti—intelectualismo que se atribuye al partido. Muchos intelectuales militan en sus filas. Mediante una adhesión decidida, ideológica y práctica al proletariado, han llegado incluso a su dirección. Muchos simpatizantes intelectuales están en torno nuestro, también.

He ahí las razones por las que yo, militante del Partido Comunista Ecuatoriano, no puede estar de acuerdo con la actitud general de la revista BLOQUE sino en parte.

6. Hay una disconformidad en mi, mayor empero, y es con las ideas sentidas personalmente por usted, Jorge Hugo Rengel.

Es inadmisible, compañero, buscar el índice de la nueva ecuatorianidad en el solo fenómeno de la literatura, marcando como puntos señeros obras o personalidades literarias.

Primero, Pablo Palacio, después el libro de cuentos LOS QUE SE VAN y finalmente yo mismo, hemos merecido aquel juicio. :

i La revolución agraria antiimperialista, comparable a la revolución rusa a la que Stalin define como una "revolución nacional por la forma y proletaria socialista por el contenido", seguramente creará y desenvolverá una cultura nacional y obrera a la vez, única posible en nuestro país donde las otras clases demuestran día a día su impotencia y descomposición ideológica. Son múltiples y ampliamente variadas las formas —científicas, políticas, artísticas, filosóficas— en que se manifestará y empieza a manifestarse el movimiento cultural de masas. Fíjese en él, Jorge Hugo Rengel, si quiere percibir la naciente ecuatorianidad, que sólo puede ser obrera y campesina.

Hace tiempo que reconocemos en Carlyle el vocero de la burguesía británica más reaccionaria. La historia no la hacen los héroes. La hacen las masas, la hace la lucha de clase. Lenin es sólo un guía que sabe acertar, que sabe coincidir con la necesidad histórica.

Para concluir, estoy en contra de la conclusión que usted saca de sus afirmaciones literarias. No hay que soñar, Jorge Hugo Rengel, hay que hacer. Si realmente está con la lucha proletaria y con la cultura auténticamente ecuatoriana, no fantasee sobre la necesidad de un nuevo Partido, Bastantes adulteraciones del marxismo existen y dan trabajo a los trabajadores para librarse de sus errores o de sus trampas. No querernos más contrabandos de ideas pequeño—burguesas vestidas de proletarias. El partido del proletariado existe ya; usted lo conoce: si ama la cultura y sabe que el proletariado puede salvarla, si le causa alguna emoción y le sugiere alguna idea la miseria de las masas explo tadas y su heroísmo de clase, venga sencillamente a su único Partido: el Partido Comunista.’



N del E. Carta a Jorge Hugo Rengel Mayo de 1.935