domingo, 27 de junio de 2010

El Pueblo N 1850: El estilo y método de dirección del Partido



Uno de los problemas que enfrentan algunos Partidos Comunistas y Obreros en el ejercicio de la política, es el que atañe a los vicios en algunos casos, y a las deformaciones, en otros, que ha sufrido el estilo y método de dirección, como resultado de la incomprensión de las normas leninistas del centralismo democrático.

La Dirección del Partido, en todos sus niveles, al llevar la orientación política hacia las masas, ha hecho uso y abuso de un estilo de dirección “hacia adentro”, y no “hacia fuera”, hacia los actores y sectores sociales convertidos en dinamizadores de los cambios revolucionarios propuestos en nuestras Tesis y Programas, lo cual ha producido un desequilibrio de nuestra actividad, donde la dispersión y desorientación de algunos militantes sobre nuestros objetivos estratégicos, acompañados por prácticas negativas enraizadas en nuestra tradición partidaria, han incidido directamente en nuestro estilo de trabajo, y en los métodos de dirección.

De allí que, dirigir al Partido, con un estilo excesivamente centralista, es inmovilizarlo, “limitar su actividad, coartar las iniciativas y reducir su campo de acción y sus perspectivas revolucionarias. En la práctica, cuando la Dirección descarga su acción sobre los organismos inferiores del Partido, en forma descendente y directa, ésta de alguna manera se desatiende de los problemas, contradicciones y divergencias que la militancia pueda tener.

Se produce entonces un divorcio entre las propuestas de la Dirección y la acción de ejecución de las mismas, por parte de los militantes y, cuando son observados por el “simple militante”, miramos con recelo y desconfianza a los organismos y militantes de donde provienen los cuestionamientos, los mismos que, para “quedar bien con la Dirección”, los organismos y militantes; prefieren limitar su actividad política, desnaturalizarla, “acomodarla” a las necesidades políticas de la Dirección, y de hecho, estos organismos partidarios, se mantienen durante mucho tiempo “castrados” en el accionar político.

Una propuesta política puede y debe ser concebida en la forma más perfecta posible, a la luz de los principios ideológicos del marxismo-leninismo; así, la política del Partido es concebida atendiendo los intereses más apremiantes de las masas y de la sociedad pero, si la Dirección no encuentra la “forma”, el estilo, el método justo, certero y adecuado para llevarla al seno de las masas, los efectos de la propuesta política, no cuaja, y no se produce el efecto dialéctico dinamizador, de facilitar el trabajo de la “correa de trasmisión”, entre el Partido y las masas. En algunos casos, la iniciativa de la militancia y sus Organismo inferiores, rebasan las expectativas de la Dirección, que se queda sin ejército, en el momento en que pierde su capacidad de dirección y de movilización. De allí, en adelante, es una Dirección amorfa, atrofiada, convencional, que puede ser cualquier cosa, menos una dirección revolucionaria.

Los estatutos del Partido, por ejemplo, con claridad señalan la absoluta igualdad que deben de primar entre los Dirigentes de los Organismos superiores del Partido, y las de los Organismos inferiores. No siempre hay una buena relación del trabajo colectivo entre todos y cada uno de los respectivos Organismos del Partido y, sobre todas las cosas, se debe de mantener una alta relación de respeto hacia los derechos de la militancia, en relación con las discrepancias, en el asumir responsabilidades políticas ante la Organización, en la rotación y alternabilidad de las direcciones, eliminando las direcciones prolongadas.

El uso incorrecto y deformado del centralismo democrático, nos lleva al más perverso liberalismo al interior del Partido, al culto a la personalidad en la Dirección, a los desenfrenados perjuicios contra los militantes y a la “satanización” de los mismos.

Es muy fácil echarle la culpa de los viejos vicios y deformaciones, a otros Organismos y militantes inferiores, cuando la Dirección no es capaz de articular un verdadero estilo y método de trabajo de dirección, que permita armonizar la política del Partido hacia fuera, a través de la responsabilidad individual y colectiva de todos y cada uno de sus integrantes.

Por eso no debemos olvidar que las formas organizativas del Partido no están dadas para siempre, ni son inamovibles; antes por el contrario, deben cambiar y renovarse, perfeccionarse, en la medida en que el Partido crece, asume nuevas responsabilidades y aumenta su influencia y protagonismo en las masas. La personalidad política del Partido y el papel que tiene que jugar en la sociedad ecuatoriana, está determinado no solamente por su política como concepción teórica marxista-leninista, si no por la forma de dirigir la política, de aplicarla, de sostenerla, de enriquecerla. No podemos entonces practicar una Dirección rutinaria y formalista, si no creativa en todos sus niveles.

La Dirección del Partido, en el XV Congreso a realizarse en Noviembre del 2010, debe renovarse, oxigenarse, determinar parámetros en el tiempo de militancia, experiencia, voluntad, tiempo para dedicarlo al Partido, lealtad, y otras exigencias estatutarias, para mejorar su integración y estructuración y acabar de una vez por todas, con las Direcciones reducidas a unos pocos Dirigentes, impulsando la rotación en las responsabilidades, la formación y promoción de nuevos cuadros, la alternabilidad de sus principales Dirigentes, y las limitaciones en las reelecciones de los mismos, estableciendo sólidas formas de comunicación interna e intensificando las normas para la formación de nuevos cuadros.